La culebrilla, también conocida como herpes zóster, puede ser dolorosa y debilitante, pero con el tratamiento adecuado y una buena rutina de cuidado, es posible aliviar los síntomas, prevenir complicaciones y conservar tu bienestar físico y emocional.

La culebrilla es una enfermedad viral causada por el virus varicela-zóster, el mismo que provoca la varicela. Después de haber tenido varicela, el virus permanece “dormido” en los ganglios nerviosos. Años o décadas más tarde, puede reactivarse y causar culebrilla.

Esta reactivación está asociada a factores como:

  • Disminución del sistema inmunológico (enfermedades, tratamientos inmunosupresores).
  • Estrés físico o emocional.
  • Envejecimiento (más común en mayores de 50 años).
  • Fatiga crónica o falta de descanso.
  • Infecciones recientes.

La culebrilla suele iniciar con dolor, ardor u hormigueo en un área específica del cuerpo, seguido de una erupción que afecta solo un lado. Los síntomas frecuentes incluyen:

  • Erupción con ampollas dolorosas que pueden formar costras y dejar cicatriz.
  • Dolor neuropático intenso, tipo quemazón o punzadas.
  • Picor o sensibilidad extrema al tacto.
  • Fiebre o malestar general.
  • Fatiga y dificultad para descansar.

En algunas personas desarrollan neuralgia posterapéutica, un dolor persistente que puede durar meses después de que haya desaparecido la erupción. Un tratamiento temprano ayuda a reducir el riesgo.

Aunque la culebrilla no tiene cura definitiva, sus síntomas pueden controlarse. El tratamiento incluye:

  • Antivirales que funcionan mejor si se inician dentro de las primeras 72 horas.
  • Analgésicos o antiinflamatorios para el control del dolor.
  • Medicamentos para dolor neuropático (según indicación médica).
  • Cremas o lociones calmantes para aliviar la piel.
  • Compresas frías para reducir ardor e inflamación.

De modo preventivo existe una vacuna recomendada especialmente en adultos mayores o personas con riesgo elevado.

Ahora que sabes más sobre la culebrilla, es hora de hablar sobre su manejo. Aquí te dejamos 7 consejos que combinen manejo físico y apoyo emocional.

  1. Busca tratamiento médico: no esperes a que empeore. Actuar rápido reduce el dolor y las complicaciones.
  2. Mantén la piel limpia y aliviada: usa compresas frías, ropa suave y evita rascarte para prevenir infección y cicatrices.
  3. Controla el dolor: sé disciplinado con los analgésicos o medicamentos recetados, incluso si sientes mejoría.
  4. Descansa y fortalece tu sistema inmune: dormir bien y bajar el nivel de estrés ayuda a tu cuerpo a recuperarse más rápido.
  5. Practica técnicas de calma emocional: respiración, meditación o escribir tus emociones puede ayudarte a manejar la ansiedad que provoca el dolor.
  6. Evita el aislamiento: Hablar con alguien de confianza disminuye la carga emocional y el estrés, que puede empeorar los síntomas.
  7. Sé paciente y compasivo contigo: la recuperación toma tiempo. Celebra los pequeños avances y recuerda que no es tu culpa; tu cuerpo está haciendo su trabajo.

Con el tratamiento correcto, apoyo emocional y una rutina de cuidados, puedes superar la culebrilla, aliviar el dolor y recuperar tu bienestar. La clave es actuar temprano, cuidar la piel, controlar el estrés y mantener una actitud de autocuidado y paciencia.

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